haiku [uno]

aquí mis llantos
por tu ida maléfica
aquí mis gritos

haiku

tal vez seremos
lucesitas en medio
de las tinieblas

Bush se disculpa

Dicen los diarios:
—Estados Unidos construirá un muro para evitar el ingreso de mexicanos.

Confirman las radios:
—Bush promulgó la ley sobre el muro que dividirá Norteamérica de México.

Muro en Alemania, muro en China, muro en Israel, muro en Estados Unidos, es la danza de los muros.
Brillan demonios en los ojos del demonio, mientras los medios aceptan el sacrilegio de las decisiones políticas como solución final para el problema de ese invento llamado raza.
Brillan demonios en los ojos del diablo cuando firma, sentado en su escritorio, la planificación étnica mundial.
Muros de cemento, muros invisibles: el 29 de agosto de 2005, el huracán Catrina se había cobrado 10.000 almas, mientras el presidente Bush explicaba:

—Si no respondí lo suficientemente bien, aprenderé la lección. I am sorry.

Todos lo sintieron.

Argentina, 1978

“Aquí la obscenidad fue desnucada: “la fiesta de todos”
se consumó encima de un país sembrado de muertitos sin
sitio para ser llorados”.
[Rodolfo Braceli]

En plena matanza, los militares argentinos habían organizado el campeonato mundial de fútbol número once, y así rindieron homenaje, una vez más, a Hitler y a sus juegos olímpicos de 1936.

Pero cuarenta y cuatro años antes, Benito Mussolini ideó las bases para armar copas del mundo que gocen de impunidad ante la evidencia del horror.

Los manuales de historia nacional dice que el mundial de 1978 fue ganado por la selección que dirigió César Luis Menotti, pero la memoria denuncia que fueron 30.000 los seres humanos desaparecidos y matados antes, durante y después del torneo.

Como se sabe, a mil metros del estadio Monumental funcionaba el Auschwitz argentino. En la Escuela Mecánica de la Armada (ESMA) murieron desangrados cientos de miles de personas, al tiempo que los jugadores de fútbol de varios países hacían goles.

José Pablo Feinmann en su ensayo Pensar y escribir después de la ESMA, escribió y pensó con habitual claridad:

—La ESMA implica un quiebre en la cultura argentina. No porque antes no existieran el crimen y la tortura sino porque nunca existieron con tal nivel de planificación, de frialdad metódica y porque nunca antes su existencia implicó el plan de la desaparición de los cuerpos.