Y una mañana violenta de luz
despertamos hechos dos pajaritos.
Yo no quería seguir haciendo de humano,
aunque prefería que vos sigas siendo
la mujer letal y precisa que eras,
para olerte, sobre todas las cosas.
Después de todo yo sería una animalito
irracional,
seguro nunca me expulsarías.
Pero no. Somos los dos bichos con alas
más típicos del mundo.
Y eso tiene sus ventajas.

Dos guiones para dos relatos

Historia 1

Estás en un encuentro de literatura
en Santa Fe ciudad.
Lo ves a Fogwill que entra y sale de las conferencias.
Va y viene. Te imaginás que sale a fumar.
Después el loco explica su estado de salud:
al parecer un spray que aspira lo hace mear
cada media hora. Todos ríen; incluso los docentes caretas
de la UNL.
Luego lo ves a Fogwill parado
con su mochila
y te viene a tus adentros íntimos
una aventura policíaca.
Se te ocurre la idea de secuestrarlo al viejo escritor.
Un comando especial
lo rapta y lo obliga a escribir poemas
que serán vendidos a las grandes editoriales.
El viejo de ojos celestes y bigotes blancos
se les muere, en pleno cautiverio, haciendo la suya: creando.

Historia 2

Quizás esta ya te la contaron.
Estás leyendo un libro nuevo,
de un escritor que no tenías en tus registros.
Sabés que el poeta en cuestión
es de una provincia bien lejos de la tuya.
Entonces, lees, lees, lees
y de pronto ¡zácate!
Aparece tu nombre en los versos,
tu ciudad, parte de ti historia,
quiénes son tus amigos.
Vos no creés lo que sucede.
Sos el protagonista de un poema
y nadie te dará pistas acerca de cómo
el escritor conoce tu vida.

En bici

Montado en su bici playera, el mismísimo pizzero
hace el reparto bajo los rayos de la luna.
Con su delantal de tiras diagonales rojas y blancas,
el maestro cocinero escala la empinada callecita de Paraná.
Por lo visto, muy lejos no irá.
Todo sucede como si nada.
Alguien comerá de los manjares de su mano.
90 minutos.
El juez cobra penal,
entonces comienza la batalla.
Los nenes de 15 años se agarran a trompadas.
Se pegan, se dan por los rostros, un poco se acarician.
Se rasguñan.
Nadie los puede parar.
Son pibes de River y de Boca jugando por jugar.
Patadas voladoras, entra el único cana
del estadio sin plateas ni populares.
Los familiares desesperan. Gritan.
La cámara de teve registra todo. De a poco
se separan. Todo concluye.
Los árbitros del match discuten, intercambian,
hablan, y deciden: todos afuera del campo de juego.
Hecho inédito.
Sólo dos quedan: el arquero bostero, el delantero gallina.
Nadie más que ellos dos.
La autoridad pita, carrera veloz, uno, dos, tres pasos;
ahí está, tira y es gol.
El pibito grita, se saca la casaca.
Festeja sólo.
Felicidad para unos;
tristeza para otros;
honor para ellos;
infamia para los otros.

Luthier

<<¿Cuándo se acaba lo que no tiene meta?>>
[Juan Villoro]

De camino por calle San Martín
me choco con el jujeño.
El juje anda con su bici de aquí para allá;
lleva al hombro su guitarra criolla
y un cavaquinho reparado.
El juje es luthier.
Quiero decir: te arranca los sonidos.
Jujeño mira el libro de mi mano
y pregunta.
Es Villoro, un mexicano, le cuento.
Le di varios apuntes de la trama,
aunque faltó un detalle:
su protagonista busca las pisadas
de un poeta memorable.

Fantástico fútbol

Sé de mi parecido con
el sueco Zlatan Ibraimovich.
Tacos, caños, pisadas, sombreros,
cabezazos, bicicletas, calesitas y rabonas.
Ese nene baila como nadie lo hace.
Poco me importa lo abyecto
del maravilloso fútbol.

Casacas de fóbal

Compradas en once
y revendidas en Paraná,
las casacas de fóbal
van apareciendo
en los cuerpos de los vagos.
Por acá la del Valencia,
por allá la de Roma
y ahora la de Croacia.
Falta alguna del Barsa
y estamos listos.

Mujer policía

Fue la mujer policía más bonita
que vi en mi vida.
A pesar de sus ropas, oscuros atuendos,
ella estaba tentadora.
Su pose de leona en celos
atrapaba al más despistado de los hombres.
Y lo más glorioso de todo:
¡No llevaba arma!
Una policía pacífica y sensual.