El piano

Durante los otoños de Crespo
nos pasábamos imaginando la vida
de nuestras madres en la España
de pos guerra. Nunca tocábamos el tema,
sólo recreábamos difusamente
los días cotidianos cada uno por su cuenta.
Mi primo nos enseñaba algunas palabras
en guaraní, otras en alemán,
mientras observábamos una especie
de bosque en la cuadra de enfrente.
Inverosímil, ahí vivía la Porota
rodeada de gatos negros, grises y blancos.
A la tarde jugábamos unas partidas
de ajedrez y después íbamos a la plaza
a hamacarnos y correr hasta cansarnos.
A la tarde volvíamos destruidos
para charlar con nuestra abuela Carmen.
Ella nos contaba que durante la guerra civil
solamente comía papeles pasados por agua.
De fondos escuchábamos temas
de Beethoven y de Mozart
que mi primo interpretaba tenebrosamente
en su piano.

Solo contra el mundo

A mi amigo personal Daniel E. Rópolo, sabalero de cuna.


Foto 1 ::: Octavos de Final
Ariel Hernán Garcé levanta por el aire de un patadón a Henry. El francés come pasto. Atrás se ve a Mascherano con los ojos rojos, al acecho, por si la patada no daba resultado. A un costado, está Fat Maradona, arengando a más.

Foto 2 ::: Cuartos de Final
Chino Garcé está en el piso, en posición horizontal, arriba de él, pero en el aire, como volando, vemos a Wyne Rooney, vestido todo de blanco, y con un gesto de terrible dolor. Atento, siguen la jugada Bruja Verón y Steven Gerard, que se toma la cabeza con sus manos cuando contempla la feroz entrada del argentino de Colón de Santa Fe.

Foto 3 ::: Semifinal
Ariel Hernán Garcé traba con vehemencia en una jugada dividida con Genaro Gatusso, la pelota se escurre y la suela del argentino se encuentra con el tobillo del volante azzurro. La cara de Gatu, está desfigurada. Desde atrás se lo ve tendido a Fabio Cannavaro, luego de chocar contra el cuerpo de Martín Demichelis.

Foto 4 ::: Final
Ariel "Chino" Garcé está solo contra el mundo: en este caso el mundo es: Robinho, Riqui Kaká y Luis Fabiano. Literalmente está solo: Micho está de 9 buscando el empate, Madera Heinze fue expulsado y Samuel reemplazado por Sir Charly Tévez. Sobre el pasto se los ve tirado y dolorido a Riqui Kaká y a Lucho Fabiano. Roby, sin embargo, aparece volando hacia atrás con las manos extendidas, y Ariel Hernán Garcé, el gladiador de Santa Fe, pelos al viento, se desliza en el aire de Sudáfrica en posición de patada voladora.

Comprar libros

[Uno]
4.05 de la madrugada del sábado. Voy caminando por una calle ultracéntrica iluminada por la luz del alumbrado público. Estoy cerca de Casa de Gobierno, que en Entre Ríos, le dicen Casa Gris. La humedad un poco me lleva hasta mi casa. Es otoño. Unos policías en 4x4 paran justo frente al rojo de un semáforo. Siempre miro las caras de los canas. Ello, a veces, devuelven la atención. Miro el piso, también, para comparar un poco, y me encuentro con un papel medio gris; lo pateo y advierto que son 50 pesos algo dañados. Son 50 pesos, al fin, pienso. Le mando un mensaje a mi chica, le digo que se los voy a regalar cuando despertemos. No responde.

[Dos]
Bastantes horas antes de la fortuna, antes de trabajar, salí ilusionado con comprar libros. En realidad, planeaba comprar uno solo: Horla City de Fabián Andrés Casas, el poeta vivo más zarpado de este sector del planeta. Digo que es zarpado y me la banco; sé que podría ser más sutil con mis reflexiones y análisis sobre la obra de este hincha de San Lorenzo, pero no tengo ganas. Lo único claro es lo siguiente: los poemas de Casas tienen el mejor tono del mundo.

[Tres]
Entro a una librería de la famosa cadena sabiendo que el libro no estará en los estantes ni en ningún otro rincón del lugar. Igual pregunto por su paradero y me dan la noticia y me dicen “lo podemos encargar”. Le respondo “bueno” y salgo puteando por dentro, así la chica librera no se ofende.

[Cuatro]
Hace un año, o menos, comprábamos esos objetos raros que son los libros en una librería muy bonita llamada “Correveidile”. Estaba buenísimo: podíamos adquirir las cosas, a pagar a largo plazo y todo estaba bien. Siempre recuerdo que al mexicano Juan Villoro lo impacta que en Argentina se compren los libros en cuotas, como una heladera, como un lavarropas. Con la Corre estábamos alegres, los libreros eran muy copados. Pero ya no la tenemos y la extrañamos una barbaridad, maldita sea. A veces siento, en otros lugares, el olor típico de esa librería y me da una nostalgia tremenda.

[Cinco]
Cuando compro un libro me pongo pelotudo. El olor, las tapas, el diseño, su costura, el texto de la contratapa. Siempre, mi hermano me taladra la cabeza con dos detalles: que estén cosidos, que no tengan tapa dura. Y medio que ya me convenció de ello y trato de prestar atención a esas dos cuestiones. Igual, salvo excepciones, nunca vienen encuadernados.


[Seis]
Desde mi laburo llamo a otra librería para ver si Horla City de Fabi Casas efectivamente está. Me dicen que aguarde y luego me responden sí, lo tenemos. Entonces le digo bueno quizás pase en un ratito. A los 2 minutos el libro es mío. Cuando salgo de la librería, me lo encuentro a Maxi y charlamos un ratito de unas cuestiones y le comento de la nueva adquisición. Mientras charlamos, veo pasar a un chica recontra bonita, que tiene una onda avasallante. Cuando me di vuelta, ya la había perdido de vista.

[Siete]
Está a punto de llover. Ahora me voy a tirar en la cama a leer algunos poemas y a esperar que los asuntos diarios se acomoden un poco. Eso funciona.

El mejor poema del mundo es de John Berryman

14

La vida, amigos, es aburrida. Pero no debemos decirlo
Después de todo, el cielo flashea, el gran mar anhela,
nosotros también flasheamos y anhelamos,
y además mi vieja siempre me decía de chico
"Si confesás que estás aburrido
significa que no tenés

recursos internos". Resuelvo entonces que no tengo
recursos internos, porque estoy súper embolado.
Las personas me aburren,
la literatura me aburre, especialmente la gran literatura.
Henry me aburre, con sus momentos de mierda y su dolor de panza
tan malos como aquiles.

y eso de amar a la gente y al arte valiente también me aburre.
Y las montañas tranquilas y el gin son una lata
y de alguna forma un perro
se ha llevado a sí mismo y a su cola bien lejos
entre montañas o mar o cielo, olvidando-
me: moviendo la cola



/// En "Cáncer joven con plan" de John Berryman. Traducción de Daniel Durand y Matías Heer en Colección Chapita.